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¿No tienes un chicle?

¿No tienes un chicle?

Les puedo asegurar que todos, alguna vez, hemos masticado un chicle. Lo hacíamos desde niños, aunque en muchas escuelas estuviera prohibido por aquello de encontrarlo debajo de las mesas, y lo seguiremos haciendo cuando queramos sentir la boca fresca y liberar un poco de ansiedad. La práctica de masticar algún tipo de resina, hierba o […]

Les puedo asegurar que todos, alguna vez, hemos masticado un chicle. Lo hacíamos desde niños, aunque en muchas escuelas estuviera prohibido por aquello de encontrarlo debajo de las mesas, y lo seguiremos haciendo cuando queramos sentir la boca fresca y liberar un poco de ansiedad.

La práctica de masticar algún tipo de resina, hierba o fruta es inmemorable, pero el chicle que hoy conocemos es producto de la evolución de la goma utilizada en Centroamérica por nuestros ancestros.

Para conocer el origen de dicha golosina nos tenemos que transportar a la época prehispánica, exactamente a la península de Yucatán,  porque aunque no lo crean el chicle es un producto Hecho en México.

La goma para mascar original se derivaba de un líquido lechoso extraído de la sapadilla o árbol de chicozapote, frecuentemente encontrado en el suroeste de la República Mexicana, Guatemala y Belice. En el pasado el tzicli, nombre que se le daba a la resina, era utilizado por los mayas para hacer velas y por supuesto para mascarse, con el fin de limpiar los dientes. Aunque masticarlo en público era considerado de mala educación.

Pero,  ¿cómo fue que un producto regional se popularizó mundialmente? Se dice que en 1850 Thomas Adams, un fotógrafo  estadounidense, conoció a Antonio López de Santa Anna, peculiar personaje de nuestra historia. Santa Anna acostumbraba mascar chicle y el Señor Adams, movido por la curiosidad, le preguntó acerca de aquella práctica.
 
El fotógrafo comenzó a exportar la resina del árbol de chicozapote y después de algunos años descubrió que en su país las personas también disfrutaban al mascar, así que empezó a comercializar la goma, adicionada con azúcar, menta y demás saborizantes para hacerla más atractiva.

Fue así como el Señor Adams, a partir de un ingrediente mexicano, construyó un imperio chiclero, del cual, cientos de años después, seguimos siendo testigos, porque cuando de goma de mascar se trata, lo primero que nos viene a la mente son los chicles Adams.
 
Actualmente los chicles se hacen con ingredientes químicos como el látex artificial. El sabor más común de chicle es el de menta, mas si vamos a la tiendita de la esquina podemos encontrar gomas de mascar de chamoy, con centro líquido y hasta de chocolate.


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