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La realidad de los productos transgénicos

La realidad de los productos transgénicos

Un producto transgénico es aquel que contiene al menos un ingrediente que ha sido modificado genéticamente. En su mayoría, los productos transgénicos que se comercializan hoy son semillas, y en algunos pocos casos, productos de origen animal. En el caso de las semillas, como el arroz, la soya, el maíz o el trigo el desarrollo […]

Un producto transgénico es aquel que contiene al menos un ingrediente que ha sido modificado genéticamente. En su mayoría, los productos transgénicos que se comercializan hoy son semillas, y en algunos pocos casos, productos de origen animal.

En el caso de las semillas, como el arroz, la soya, el maíz o el trigo el desarrollo de las versiones transgénicas comenzaron a finales de los 80’s, cuando se buscó una semilla que fuera más resistente a las condiciones climáticas y de contaminación durante el cultivo.

Fue entonces que se desarrollaron las primeras generaciones de transgénicos, semillas más resistentes a la sequía y más resistentes a las plagas, tanto bacterianas como por fauna nociva, que normalmente atacan a los cultivos.

En una segunda generación, las semillas modificadas genéticamente pretendieron tener mayores rendimientos y hoy, en muchos campos, como los norteamericanos, se logra producir 10 veces más que con semillas sin alterar.

Estamos al albor del nacimiento de la tercera generación de semillas transgénicas. Éstas han sido modificadas en su aporte nutrimental, para favorecer a poblaciones muy específicas. Así, por ejemplo, se está ofreciendo una variedad de arroz para su cultivo en China, muy rico en vitamina A, nutrimento muy escaso en esa zona del mundo.

Aunque muchas personas creen que los alimentos elaborados con ingredientes transgénicos pueden ser dañinos y asociarse con algunas enfermedades como el cáncer, la evidencia no muestra eso.

Hasta ahora, los problemas y controversias alrededor de los transgénicos van más en la línea de lo comercial, ecológico y en la protección de las especies nativas.

Por el lado comercial son pocas compañías -todas ellas poderosas y trasnacionales- en el mundo, las que las comercializan.

Si tomamos en cuenta que muchas variedades de transgénicos se pueden reproducir, es decir, uno no puede sembrar una semilla crecida en una de las plantas a la siguiente temporada, pues se crea una verdadera dependencia comercial con esas compañías, que “amarra” a los agricultores.

Desde el punto de vista ecológico existen varias preocupaciones: uno podría preocuparse por la supervivencia de los insectos y pequeños animales que se alimentaban de estas especies, pero también de si estas plantas no pueden salir de control y volverse ellas mismas súper resistentes, una plaga para sus ecosistemas.

La preocupación también es por las especies nativas, que van perdiendo superficie de cultivo con el mayor rendimiento de los transgénicos. Por ejemplo, ¿qué va a pasar con las más de 500 especies diferentes de maíz de nuestro país frente a la invasión en el mercado del maíz transgénico?

Tampoco podría uno pensar que los alimentos transgénicos deben desaparecer, pues el gran rendimiento que han propiciado ha aumentado la disponibilidad de alimentos, han bajado sus precios y han disminuido el hambre en el mundo.

Saber si un alimento contiene ingredientes transgénicos no es fácil, pues éstos no se declaran en la etiqueta, así que estar informados, es hasta ahora, la mejor estrategia en este tema.


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